Caturla regresa vestido de bronce

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Al fin, desde aquel fatídico 1940, el héroe se levanta en brazos de sus hijos, en una ciudad donde florecieran los sueños musicales y de justicia, los sonidos más recónditos del alma y el más genuino ser: Alejandrito. Parece que Remedios se renueva de sus ataduras y dobleces de moral, para otorgarse a sí mismo el puesto que merece como ciudad de las primeras en América, con una cultura genuina y fundacional. Y es que la reciente iniciativa, tomada por el Museo de la Música Alejandro García Caturla y el Sectorial Municipal de Cultura, se enmarca entre lo mejor de un pueblo venido a menos con los años, que estaba en deuda con su héroe, con el salvador del espíritu colectivo, con el Ser. Una estatua de bronce para Caturla se levantará en el portal de la casona familiar, en un gesto tan íntimo como el de abrir la puerta, a unos pasos de la placa que señala que allí reside aún el gabinete de abogado de quien nos regalara el capítulo más puro y trascendente de la música cubana del siglo XX.
La noticia recorrió los pasillos de las tantas casonas que componen el trazado remediano, todo un museo viviente de lo que fuera la ciudad cubana de inicios del siglo XIX. Ale, Alejandrito, el muchacho genio, tendría al fin su vendetta histórica frente a la fiereza que lo afrontara aquel día de balacera, corrido de lágrimas y gritos. La primera donación de bronce, hecha por el propio Sectorial Municipal, lanza una campaña nacional e internacional para recaudar todo el material necesario, y ya hay innumerables vecinos que arrancan trozos de cerraduras, de piezas de las casonas, antigüedades, para que se forje el bronce venidero, el que estará abriendo las puertas del Museo, a la espera de que vengan a oírle su piano, con la Danza del Tambor o la Berceuse Campesina. Que Caturla era eminentemente remediano, lo evidencian las trazas en su música de las rumbas de desafío de las Parrandas, así como de los bembés de los distintos lugares de culto a los que él solía acudir, montado en un fotingo de la época. Que su universalidad es indiscutible, lo demuestra la academia musical de los más distinguidos escenarios, donde se estudia, se orquesta y se escucha el complejo entramado de las piezas.
Como ocurre con el Benny en Cienfuegos, Caturla, eterno niño, delgado y agudo, nos invita a una velada a nombre de todo aquel arte incomprendido, deleznado por los prejuicios, a homenajear a la cultura y la justicia, como legados de los mayores exponentes de la Humanidad, los cuales él aprendió a venerar de los brazos de su nodriza negra. La vida del héroe aún palpita en las palabras del pueblo y de la propia familia Caturla, así lo vi en un viaje en ómnibus interprovincial junto a Fabián García, nieto e instrumentista virtuoso del bajo, que actualmente colabora con el proyecto musical de Cucurucho Valdés. En los ojos del descendiente se advierte el inmenso legado, el peso de la Historia y el respeto que todo cubano siente por la cultura, la que nos mueve de nuestros quietos asientos, la que no puede estarse quieta sino con un aplauso y un grito de ¡Bravo! Para Fabián, como para el resto de los Caturla, Alejandrito no ha muerto, y pareciera que en cada invierno, cuando van a peregrinar hasta la tumba, el pueblo se pone gris y las notas de la Banda Municipal suenan más tristes. Me dijo de la casa de la viuda de su abuelo, la Señora Catalina, hoy convertida en una ruina, canibaleada a lo largo de los años y que atesorara tantos secretos de la vida más íntima. De aquel desastre, solo se salvaron unas cartas que los propios especialistas del Museo Caturla resguardaban durante años, hasta su reciente restauración. En esas misivas, me contó Fabián, él leía los mensajes que su abuelo le dirigía a su padre, por entonces un joven tarambana, en un estilo muy cercano en el tono y el contenido a José Martí. Todo eso recordamos y amamos los nacidos entre los árboles de nísperos, al sonido profundo del tañer de las campanas de la Iglesia Mayor de San Juan de los Remedios, lugar olvidado y mágico, que carece una voz en los medios, cuya Historia ha fundado un continente y se está callada en un rincón.
No olvidemos, cuando la estatua se levante en desafío, el momento glorioso en que se ponga la primera piedra en el cercan Teatro Villena de la ciudad, sitio donde se estrenaron tantas obras maestras del genio y donde fuera abucheado, como principio del drama racista, prejuicioso e ignorante que dio final a la vida del más prometedor de los muchachos cubanos de inicios del siglo pasado. El Villena, hecho un coliseo griego al aire libre, con sus lunetas de telas en girones y su escenario agredido por la lluvia y el sol, no resistirá mucho más tiempo, por lo que la estatua nos hará un llamamiento al rescate de aquellos sitios otros, donde el arte floreciera o callara. Para Caturla no había nota sin estreno, aunque muchas partituras hoy ni siquiera se hayan grabado y otras tantas permanezcan sin haberse jamás oído, como numen secreto de Morfeo.
Para Caturla, la vendetta llega muy tarde, y pareciera que las campanadas de su muerte, aquel día, en la calle Independencia, muy cerca de aquella otra vía llamada Maceo, nos llamaran a una segunda y definitiva toma de conciencia de lo cubano. De él nos queda no solo la música, sino toda una obra que va desde la crítica musical, hasta aportes a las ciencias jurídicas en el campo de los derechos del niño. El juez legó, con su talante incorruptible, un espíritu renovado de rebeldía y civismo muy típico de los sueños que reflejase en la partitura, donde el negro y el blanco se amalgaman en una entidad libertaria y definitiva, sin que sobre ni una sola nota, ni falte el horror vacui de lo grandioso, lo barroco americano y el impresionismo terrenal.
Quien vaya hoy a la casona, recogida en un silencio donde según dicen se rompe a veces la tarde y se oyen el piano y las voces, los habitantes y genio; notará que en uno de los despachos figura la pintura La Rumba de Eduardo Abela. El paisaje hogareño no sería el mismo sin esa pieza eterna, traída hasta Remedios como un regalo de su autor, pero luego, cuando escuchamos los acordes de la música que acto seguido se nos reproduce como parte de la visita guiada, le vamos encontrando un sentido tanto a la rumba en notas como a la pintada, y ambas forman el contrapunteo de una cultura cubana, propia de San Juan de los Remedios y a la vez única, donde se alza el espíritu al fin de bronce del héroe que nos salvara de la ignominia mediocre, para darnos el aliento.

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